martes, 26 de noviembre de 2013

La obra de Miguel Ángel Couret. Invitación al desvarío


Miguel Ángel Couret  profesa la experimentación, es su doctrina y relicario, su más acérrima fe. Es común encontrarlo en su taller, trabajando una y otra vez la imagen hasta conquistar la idea prevista, sin renunciar a ella como herramienta imprescindible para su estrategia creativa.

Si bien su obra porta un sello personal que se reconoce en la reiteración de algunos códigos, se dificulta encasillarla en una línea temática, incluso en un tipo u otro de discurso visual; catalogarla sería cortarle las alas, privarle las ganas de ser y de superarse a sí misma en cada reinterpretación, puesto que es la suya, una obra marcada desde sus inicios en el predio artístico por una constante evolución, a través de una búsqueda imperiosa que ha determinado los derroteros creativos del artista, tanto hacia lo interno como a lo externo iconográfico.

Aúnan al conjunto de piezas que integran la muestra, reflexivas asociaciones y un travieso estímulo sensorial ganado por el afán minimalista del creador y la controversia del color en el binomio fondo-imagen. Sin embargo, el tiempo como parábola, es variable recurrente.

Así constatamos su paso irrefrenable en la estrecha Línea de la Vida que señala el camino bidireccional de la infancia a la vejez; pero también su acción perentoria, la huella de su estética sobre los restos de un parque infantil transmutado ahora en un antiparque –como al artista prefiere nombrarlo. El tiempo que apunta al calendario, marcando siglos de diferencia entre dos personajes desencontrados que adoptan actitudes diferentes pero la misma disposición ante el Sacrificio. O quizás se exprese en una hélice de remembranzas en Equilibrismo, que persigue al hombre y que el artista aprovecha en un argumento autorreferencial; porque no existe artista sin hombre; sin memorias e identidad.

Nuevamente, su obra se inscribe en el perfil de renovación que ha asumido el grabado cubano en los últimos tiempos; hay revitalización conceptual y técnica sin que esto implique incomunicabilidad, la obra está ahí, desafiante y compleja.

A Juegos de-Mentes nos invita Couret y nos hace partícipes de su inagotable fuente de creación. ¿Juegos para la mente? meditativos, evocadores, sugestivos o, ¿juegos demenciales? desvariantes, retorcidos, enajenadores.

La respuesta solo a usted le pertenece. Lo cierto es que el artista, fiel a sus presupuestos creadores, se mantiene en perenne introspección, pero sin evasiones y torres de cristal, sin escamotear la realidad.